sábado, 2 de junio de 2012

MUERTO EN JUNIO.

Es casi otro día. Cuando termine de escribir esto seguramente sea otro día, dos de junio.
Junio es un mes como mínimo, raro para todos los Peronistas. En junio nos bombardearon un año, nos fusilaron al siguiente, sobrevivimos. Tuvimos la revancha a los tantos años después. Esta entrada nace, para poder decir lo que pienso/siento de el ajusticiamiento de Aramburu.
Pedro Eugenio Aramburu, fue participe del golpe de estado que derrocó al Pocho en el 55. Fue ideologo de los bombardeos, de los fusilamientos. El tipo firmó un decreto que se llamó 4161, qué declaraba la proscripción de todo lo referido al movimiento nacional justicialista, escudo, cánticos, fotos. Y ahora dicen que no hay libertad. Peron ganó con el 60% de los votos y a los 3 años lo estaban volteando... los mismos que ahora chillan por el dolar, que temen por sus vidas, que la quieren abajo....
En 1970, una organización, muy chica, con pibes católicos súper radicalizados, secuestra a este General retirado lo tiene escondido, lo somete juicio, lo declara culpable y lo ejecuta. Pibes. Recuerdo que no tenían más de 20 años. Jóvenes dirían ahora, jóvenes que ahora, parece, son el sujeto de la transformación. Siempre lo fueron, siempre lo fuimos. Acaso qué edad tenían los trabajadores recién incorporados al sistema fabril que hicieron el 17 de octubre, qué edad tenían los miembros de la Primera Junta. Y Cooke cuándo fue electo diputado... Por eso fue un ajusticiamiento. No un asesinato.
La M a partir de eso creció, engordó dirán algunos, pero la realidad es que creció en varios frentes. Hegemonizó la construcción del peronismo de la Tendencia, hasta convertirse casi casi en la única expresión masiva de esta corriente del Movimiento.
El compromiso, la entrega de esa generación de compañeros es lo que hay que rescatar. Las agallas. La capacidad de analizar la política y jugarse hasta lo último.
Quizá, estos tres párrafos son muy "leyenda rosa montonera". Ya tocará ver los errores, e incluso plantear objeciones. Pero dejenmé decirles, que para mí, en ésta no se equivocaron.

Qué dios nuestro señor se apiade de su alma.