Cuando miro las referencias que
aparecen sobre el 9 de julio, en la tv, en internet, la radio, los
diarios, los discursos... hay algo que no me cierra. “Independencia”
es la palabra que suena y suena, aunque vacía.
Proclamar que nuestro país en
independiente desde 1816, es una verdad a medias. Jurídicamente (y
hasta por ahí nomás) puede ser que nos hayamos constituido en
independientes, pero: ¿qué país? Provincias que ahora son, por
aquel entonces no lo eran, y peor aún ¿qué era “La Argentina”
por ese entonces? Nada. Existía la patria que era la provincia, la
región, mi distrito, pero un país... para eso faltaba. Faltaba una
burguesía capaz de conducir un proceso de homogenización a nivel
Nacional, y eso, recién sería posible después de 1853, con suerte
para 1880...
Esto no pretende ser un manifiesto
“antinacional” ni tampoco destruir un relato que para algunos
aparece casi sagrado, inconmovible, inalcanzable. Éstos no son solo
los fans de Félix Luna o amantes de una historiografía más
tradicional, si no también gente que se dice progresista, que
simpatiza con medidas populares, y que incluso es peronista. El
peronismo tiene una base historiografica de base conservadora, y no
descubro nada, pero tampoco dá profundizar demasiado. Sí aclararlo,
ya lo hablaremos.
Creo que como militancia, como
organización, no podemos adoptar nada de lo que nos dicen como
impuesto, como sagrado, hay que cuestionar, criticar. apropiarnos de
los sentidos desde nuestro sentido, desde nuestra experiencia y
compromiso. En eso creo que debemos crecer en los tiempos que vienen,
afinar el lápiz y ponernos a trabajar. Me cae mal el relativismo
acérrimo, aunque a veces puedo tocarlo, rozarlo, ser parte;
principalmente por que me parece que sí existe una verdad y esa
verdad es la libertad (además de la realidad) cualquier saber que
nos haga libre, es verdadero. Por eso creo que hay que
considerar la palabra
“Independencia” y si se quiere, utilizar la
segunda década del siglo XIX para su referencia cronológica pero,
como una construcción. No
nos la regalaron, la hicimos con la guerra, con San Martin y sus
generales y soldados, con los traidores del directorio, con Sarratea
y el empréstito de la Baring Brothers, con la muerte de Dorrego y la
Batalla de Caseros, con la Conquista del Desierto, con la Ley de
Residencia, con la Semana Trágica y la Patagónia también Trágica,
con el 17 de Octubre y la toma del Lisandro de La Torre, dictaduras,
bombas y proscipción.
La seguimos haciendo a esta
“independencia”, todos los días, pensando, discutiendo,
luchando, y en esto no debemos ser inocentes, todo estado pretende
construir su relato, pero éste no debe ni puede representar a la
militancia revolucionaria. Por que aquí, se trata como dijo Chávez
en el cierre del foto social mundial, donde las izquierdas de todo el
mundo se juntan a tomar el té, de sustituir el capitalismo, de
destruirlo, no sólo de conformarnos con un neokeynesianismo. Con el
capitalismo también se irá esta forma de Estado.
Todo eso es el estado en constante
disputa por su independencia y soberanía; no entender que el estado
aún está en disputa también en el sentido de la construcción de
su Historia y de las categorías que la analicen, es estar ciego.
Ciegos son los que no quieren ver.
El 9 de Julio nos sirve para pensar en
perspectiva de mediana o larga duración, ver de dónde venimos y a
dónde queremos ir, no para sacralizar y idolatrar una fecha, una
efémeride vacía.
“La Historia es la política del
pasado” decía Jauretche. Tiempo antes, un franchute muy capaz,
escribió unas cuantas hojas dedicadas a los “Combates por la
Historia”, de eso se trata amigos, la historia es un combate, una
guerra de posiciones constante, pero ¿con qué la peleamos? Está
bien en una etapa inicial del combate utilizar las armas del enemigo.
Para la guerra de la independencia usamos los fusiles franceses o
españoles, ahora el concepto de Nación principalmente, pero la
Nación igual que los votos y la democracia la inventaron en la
Europa, y no por que no sirvan, sino que no alcanzan para pensar la
liberación de nuestro pueblo. Tenemos que crear nuestras propias
armas, palabras, sentidos, y contrasentidos. Me parece que en eso
tenemos que asumirlo también como una tarea de militancia, pero
atenti, que sea militancia no implica ser una rata que apele al
guitarreo, tenemos que asumir el compromiso como hizo John William
Cooke, de estudiar, de conocer, de teorizar, por que la teoría (y en
eso meto a la Historia) "No
es
una
ciencia
enigmática
cuya
jerarquía
cabalística
manejan
unos
pocos
iniciados,
sino
un
instrumento
de
las
masas
para
desatar
la
tremenda
potencia
contenida
en
ellas.
No
les
llega
como
un
conjunto
de
mandamientos
dictados
desde
las
alturas,
sino
por
un
proceso
de
su
propia
conciencia
hacia
la
comprensión
del
mundo
que
han
de
transformar".